En los últimos años, la gestión adecuada de la experiencia de compra ha tomado relevancia, especialmente en los sectores de retail, hoteles y restaurantes, donde cada interacción y sensación que tiene el cliente en el punto de venta debe estar pensada al milímetro.
Un gran aliado de la experiencia ha sido el marketing sensorial: cómo lo que vemos, olemos, escuchamos, tocamos y hasta degustamos, mejora los niveles de satisfacción del cliente y crea una experiencia armoniosa.
Hoy en día, debemos considerar un factor sumamente importante en la experiencia de compra: la bioseguridad. Pues como consumidores, es muy probable que elijamos un local comercial frente a otro, en función a las medidas que toma la empresa para evitar la propagación del COVID-19 en sus espacios.
Al ingresar a un local comercial vemos un patrón constante:
Toma de temperatura con diferentes tecnologías.
Dispensadores de alcohol al ingreso y puntos de pago.
Uso obligatorio de mascarillas en clientes y trabajadores.
Estas son algunas de las medidas de bioseguridad que fácilmente podemos percibir con los sentidos y nos dan una sensación de que “estamos a salvo” en el punto de venta.
Pero seguro que a estas alturas ya te has cuestionado: ¿Son estas medidas suficientes? ¿Realmente podemos garantizar la no propagación del virus o reducir al máximo su contagio?
Lo cierto es que cada una de estas medidas sugeridas por la OMS suman y mientras las empresas trabajemos en tener un protocolo cada vez más riguroso que cree una experiencia de compra grata sin poner en riesgo la salud de sus clientes y trabajadores, podremos poco a poco retornar a los centros comerciales y laborales como solíamos hacerlo.
Para lograr un protocolo de bioseguridad efectivo debemos considerar un elemento que puede haber pasado desapercibido: la calidad del aire de nuestro local comercial u oficina.
Nos hemos enfocado en desinfectar superficies y nuestras manos, pero debemos contemplar también la desinfección del aire, especialmente de espacios cerrados.
Recientemente se ha comprobado que los aerosoles pueden transmitir el coronavirus y especialmente si se diseminan en espacios con ventilación deficiente. Y si pensamos en ventilación deficiente, lo cierto es que en nuestro país los establecimientos comerciales en espacios cerrados se caracterizan por no tener aire acondicionado o si lo tienen, lo mantienen apagado o sin un mantenimiento adecuado. Es especialmente en estos espacios, donde debemos cuestionarnos si estamos haciendo todo lo necesario para evitar la propagación de este virus y si estamos actuando de manera responsable al tener una reapertura.
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